LO QUE me asombra sin embargo son los excedentes de la vida, no mi soledad, no mi decadencia, no la manera en que me cierro las puertas o ciego todos los caños, sino la increíble capacidad de la existencia, el motor tan inmenso que posee, tan grande que mi problema a los 47 años sigue siendo el mismo: soy un enfermo sexual, me masturbo demasiado para mitigar el hambre de mi cuerpo; vivo en demasiadas incertidumbres; mudo rápido de opiniones; como en todas las mesas; comienzo mil comienzos; sigo deseando con exceso; me he vuelto un mentiroso; no sé lo que quiero... Vivo en una soledad multitudinaria, estruendosa, histérica... en la que mi mayor problema sigue siendo el demasiado, no el demasiado poco.