SE QUEJA el amigo Unamuno (cualquier escritor del que haya leído más de mil páginas es mi amigo), en sus Recuerdos de niñez y mocedad, de que en la adolescencia pasó dos años totalmente solo. ¿Dos años? ¡Yo me pasé en soledad mis primeros diecinueve años! La única persona cercana a mi edad tenía nueve años más que yo. Mataba el tiempo copiando las matrículas de los coches, aprendiéndome las capitales y banderas del mundo, o los estadios de todos los equipos de fútbol de Europa. Me colocaba en otoño debajo de los árboles de Lauros e iba anotando en un cuaderno el número de hojas que se caían cada hora. Apunta eso, amigo Unamuno: no había hoja que se me escapase, yo he sido el mayor contador de hojas caídas de todos los tiempos. Qué me vas a contar a mí de la soledad.