A VECES, cuando siento que mi soledad estĂĄ inquieta o un poco respondona, me gusta prepararme este antĂdoto: me pongo a pensar en mi comportamiento si estuviera ahora mismo en sociedad, bien cĂłmo Batania1, el que todo lo sabe y no deja hablar a nadie y quiere controlar todo y es de una vanidad cĂłmica, o bien como Batania2, el que no habla con nadie y se recluye en una cerveza y es tan humilde que tampoco hay dios que se lo crea. La vacuna funciona enseguida, porque me doy cuenta en el acto de que el mejor Batania existente siempre ha sido el tercer Batania, que es el que escribe estas lĂneas: el Ășnico que no hiere a nadie, el Ășnico que crea, el Ășnico sensible, el Ășnico que respeta al otro, el Ășnico que escucha a los escritores muertos, el Ășnico que trata de comprender.